Conocí el amor un día de otoño en el que las hojas caían con ligereza y suavidad. No creí conocerlo de esa manera, pero ahí apareció, en frente de mí con la mano extendida. ¨Mucho gusto de conocerte¨ le dije yo al Amor.
Me mostró sus verdaderos sentimientos, lo que él hacía con lo demás y me lo enseñó por medio de una persona. Una persona que estaba muy lejos para mí, de mostrarme el amor de verdad. Daniel, ese era su nombre, el nombre de la marioneta del Amor que había ocupado para enseñarme que de verdad existía.
Esa tarde me di cuenta de que el Amor no está unicamente para una cosa, que siempre anda ahí para todos.
Daniel, tenía la cara llena de cariño, sus ojos que alguna vez fueron repudiables, se volvían de repente llenos de un resplandor que emanaba amor. Su rostro de repente me pareció atractivo, un atractivo que mi corazón aceptó como cariño puro. Mi corazón, repentinamente se volvía complice de esa escena que no era para nada romántica, per sí muy llena de amor.
-Te quiero.- dijo Daniel con la mayor sinceridad que podía usar, sus labios temblaban porque trataba de esconder sus lágrimas.- Nunca vuelvas a irte.- dejó salir de sus labios que antes insípidos para mí, ahora se llenaban de color y sentido.
Mis manos se helaban, mi corazón se agitaba, por primera vez conocía su lado blanco. Al escuchar esas palabras supe que no se irían con el viento y se perderían en el vacío, porque esas palabras las pensó desde el principio, desde el comienzo de su existencia.
El Amor me miró sonriente y me dijo: te lo dije, algún día sabrías cómo trabajo... no todo es lo que parece.
Yo no le respondí nada, porque Daniel inundaba toda mi realidad.
Daniel extendió su mano y ella la tomó y abrazó con la suya, llena de lágrimas que cubrían su rostro. Los vi más juntos que nunca. El Amor les había unido a ellos desde el principio, los enlazó en medio de un ambiente mágico en el que se comparte amor y sangre con un ser. Los enlazó en medio de un vientre que ambos dos supieron compartir sin pelearse.
Entonces vi como dos rostros iguales dejaban escapar unas cuántas gotas de agua por sus mejillas.
-Daniela- dijo Daniel abrazándole.- nunca me vuelvas a hacer algo parecido.
Dos corazones latiendo en sintonía, me explicaban claramente que hay lazos que sobrepasan lo humano.
Los mellizos se encontaban de nuevo en un abrazo infinito, después de una fría separación que la muerte había intentado hacer.
Jamás olvidaré que conocí el amor con Daniel y Daniela. Su lazo me animó a confiar que el Amor trabaja con calidad y eficiencia.
-Mi dulce copia.- susurró Daniel.
Yo solo les contemplé con el corazón hinchado de ternura.
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