Un accidente dulce

¨Desenvolví un caramelo que tenía una sonrisa y parecía querer abrazarme¨

Un día más, un día menos ¿qué importaba? A Gaby le parecían todos iguales y el 31 de octubre no sería la excepción, daba igual si Mindy tenía el mejor disfraz de princesa, seguía siendo la escupe veneno para Gaby.
Esa tarde estaría llena de gris y de gotas lanzándose de aquí para allá, empapando el ambiente, eso le reconfortaba a Gaby, muchos niños incluyendo a Mindy no disfrutarían del Halloween con la lluvia encima. 
Nada le encantaba más que salir mientras las gotas de lluvia le abrazaban en un ambiente frío y silencioso, sin que nadie le molestara. No creía encontrarse a nadie conocido mientras paseaba por el bosque Lonely, y mucho menos cerca del lago.   
Daba pasos agigantados para llegar a su lugar paradisiaco, en uno de sus pasos se encontró con unos caramelos tirados en el suelo, de entre ellos sobresalía uno por su color purpura vivo e intenso y por su gran tamaño, Gaby se agachó y lo guardó rápidamente en su bolsillo. Odiar Halloween no significara que odiara los dulces. Luego retomó su camino.
Cerca de un roble viejo y decrépito se detuvo a orillas del lago, pareció sentir que algo se movía en su bolsillo, sacó el dulce y lo miró con curiosidad, pero no con miedo. Lo desenvolvió y pudo observar que el caramelo tenía una enorme sonrisa dibujada, le atrajo tanto que se lo metió a la boca en dos segundos…
—Miren quien invade nuestro territorio—. Dijo una de las voces más chillantes e insoportable de todas las que Gaby había escuchado en sus largos 8 años.
Gaby estaba de espaldas saboreando su dulce y prefirió seguir avanzando sin darle importancia a Mindy.
—La señorita aburrimientos invade nuestro territorio—. Con el vestido de princesa más bien parecía un globo a punto, no de estallar, pero sí de elevarse. El  vestido ya no aguantaba más con ella, le amenazaba con romperse.
—Déjame en paz, Mindy. Este no es tu territorio, yo venía antes que tú—. Sus palabras salieron con dificultad, ya que el dulce se movía dentro de su boca emocionado.
—Vete de aquí, el territorio es nuestro—. Se acercó la niña globo a Gaby en postura amenazante, mientras sus aliadas se quedaban mirando con desprecio a Gaby desde atrás.
—¡No! No me voy a ir—. Gaby se había plantado firme ante la troncha toros miniatura.
—¡A que sí! — Dijo Mindy empujándola, sin mirar hacia adelante. Se encontraban en la orilla del lago, y la distancia no era una considerable ayuda, menos si Gaby no sabía nadar.
Gaby cayó rodando hacia el lago. Mindy se quedó pasmada, no sabía que estaban a la orilla del lago, sí, odiaba a Gaby, pero no al extremo de arrojarla al lago para que se ahogara. Mindy salió corriendo con sus amigas con toda la cobardía sobre ellas, a pesar de tener tan poca edad la cobardía ya comenzaba a moldear sus vidas.
Mientras la niña globo escapaba de su culpa, Gaby se sumergía en lo más profundo del lago agitando sus brazos, y sintiendo que sus largos 8 años se quedarían atrapados entre el líquido verdoso del lago. Aún conservaba el caramelo, pero el dulce salió apresurado de su boca para no hundirse con ella o sería más bien para otra cosa: comenzó a brillar entre las aguas oscuras y dejó salir destellos color purpura relucientes en medio de aquel casi funesto ambiente. Gaby ya no podía más y dejó de luchar, hasta que una mano la tomó por sorpresa,  la llevó hacia la superficie del lago y la arrastró hacia el suelo seco.
—Despierta… vamos, no te mueras, le caíste muy bien a Gretchen—. Dijo la extraña niña, mientras le tomaba de la mano a Gaby.
Para la suerte de la extraña y pálida niña, Gaby se despertó y miró extrañada a la persona que tenía en frente. Su pelo parecía quemado, pero seguía teniendo color, su cara era más pálida que el blanco papel, y su mano parecía remendada con hilo de coser, como si se le hubiese caído alguna vez la mano y alguien se la hubiese pegado.
—¿Quién eres? ¿Qué pasa? —Dijo Gaby sobresaltada.
—¡Qué bien! ¡Despertaste! Soy Caramelo y esta es mi mascota Gretchen, es un dulce muy travieso—. Se formó una sonrisa muy quebrada en su rostro pero que irradiaba una amistad limpia, y con los brazos extendidos parecía querer abrazarla.
El dulce se había convertido en una clase de perro, aclaro, no era un perro. Tenía un aspecto delgaducho y llevaba un collar lleno de adornos extravagantes.
—No te asustes, no soy una muerta. Soy algo parecido, pero para que no haya confusión soy una Innitus, soy una especie muy extraña…
Gaby salió corriendo asustada, no sabía de qué se trataba toda esa historia, que la niña que la había salvado no era una niña, sino una ¨especie¨, que su mascota era un dulce primero y luego un casi perro. No, definitivamente se había muerto y se encontraba en el limbo compartiendo su espacio con una niña que se había dado un golpe en la cabeza y se creía otra especie.
 —¿A dónde vas? ¿Qué no ves que estás muy débil? Ustedes los humanos, no entienden nunca nada.
—Solo tengo 8 años, no merezco esto Dios, ¿por qué? Me he quedado en el limbo o me he vuelto loca, no, por favor estoy demasiado joven para perder la cabeza—. Comenzó a gritar al cielo oscuro. Mientras gritaba uno de los árboles que le rodeaba se movió y comenzó a agitar su copa, que en realidad era su cabeza. Cuando vio esto, comenzó a correr intentando escapar del aquel lugar.
—¿Qué es el limbo, Gretchen? Creo que a nuestra nueva amiga se le ha zafado un tornillo… en fin, humana—. Dijo mientras observaba a Gaby salir corriendo de un lado a otro. —¡Oye! Tú, no corras mucho, te caerás, te digo que estás muy débil.
—¡El árbol está moviéndose! Y… la luna está… está cambiando de color—. Gritó con sorpresa.
—¿Qué hay de raro en eso? El árbol tiene derecho a moverse de vez en cuando y a hablar y a cantar y a… muchas cosas, mira es que no te ha dicho nadie. Un humano terco y tonto que creía poseer el poder para cambiar las dimensiones, hizo un ¨hechizo¨, así le llamaba el ignorante humano, e hizo que parte de nuestro mundo se mostrara únicamente el 31 de octubre, no entiendo por qué ese día… bueno, siempre me disgusta este día, humanos vestidos de trapos ridículos corriendo de un lado a otro pidiendo dulces, es una tortura, ya van 35 veces consecutivas que Gretchen ha sido casi devorado por un humano, pero por alguna razón tú le caíste bien.
Gaby, quien al principio sintió miedo de ver todas aquellas cosas; la luna cambiando de color constantemente, la niña Innitus, el casi perro y el árbol moviéndose, de pronto se había quedado inmóvil escuchando toda aquella desencajada historia, y comenzó a admirar todo esa fantástica realidad que nadie más que ella estaba viviendo.
—Y ¿nadie más los ha visto? ¿Por qué todo esto se vuelve de repente así? —se había sentado en un tronco viejo y seco.
—Pues sí, una vez un gordo fanfarrón vino por acá y cuando me vio moverme se fue corriendo al instante, se lo merecía, me había cortado unas cuantas ramas y pues me molestó, se merecía el susto ¿no? —Dijo el árbol en un tono fuerte y estridente. Con cada palabra que repetía provocaba un soplido alrededor.
—Bueno… querida amiga, todo se vuelve así por lo que acaba de repetir Caramelo Lumnis, un humano, sin ofender, tonto y arrogante invocó este conjuro—. Repitió el casi perro.
Gaby se quedó anonadada con tanta información fuera de esta dimensión, pero al mismo tiempo comprendió que le había pasado eso por algo. Se entusiasmó con las nuevas criaturas que tenía a su alrededor a pesar de tener tan poco tiempo de conocerlos, Caramelo Lumnis le llamaba ¨amiga¨ con una sincera sonrisa. Tuvieron una larga charla, se conocieron a fondo cada uno.  
Un viento comenzó a soplar a las 12 de la noche y una nube de hojas secas invadió el lugar, el grupo de hojas comenzó a reunirse en un solo punto, y juntas formaron la figura de un reloj. El reloj de hojas se sacudió como si tratara de avisarles a las personas ahí presentes que ya era hora.
—Creo que tenemos que irnos­—. Dijo decepcionada Caramelo…
Otra nube de hojas, pero no tan secas, cayeron encima de Gaby y…  
—¡Gaby! Gaby… está despertando mamá, tremendo susto que no has dado, y todo por irte a solas a aquel lago, ya nos dijo una amiga tuya que Mindy te empujó, regordeta engreída, tuvo su buen merecido… lo importante es que estás bien hermanita—. Dijo abrazándole de golpe.
Gaby se había quedado atónita, su alrededor ya no tenía un ambiente mágico y loco. Era un hospital, viejo y aburrido, silencioso y decrépito. Gaby se decepcionó porque todo lo había soñado.
—Por cierto, dijo tu amiga que un tal Gretchen esperaba de todo corazón que te mejores.