Un sueño brillante


Por fin había llegado el día más esperado para Lilianne: Navidad. Un día que estaba marcado por la fuerte presencia de la luna que había desplazado con fuerza al sol. La noche embargaba un destello espectacular de parte de la luna. Se asomó a la ventana una sonrisa llena de intrigantes ilusiones. La ventana era parte de una casa en forma de caja de fósforos que  encarcelaba de vez en cuando  los amigos imaginarios de la niña dueña de la peculiar sonrisa. Esa noche por ser Navidad había pedido que se le cumpliera su único deseo.
Siempre había soñado con poder entrevistar a una luciérnaga y descubrir por qué tienen luz sin intervención del hombre. Todas las luces que colocaban en las calles incluso hasta en su propia casa, le parecían aburridas. Tenía una inmensa curiosidad de saber por qué habiendo tantas luciérnagas en el mundo, la gente ocupaba luces artificiales en lugar de ellas, sus animales preferidos.
Faltaban pocas horas para que fuera Noche Buena, Lilianne esperaba con emoción el regalo que había pedido a un Santa Claus creado de su propia imaginación. Le había escrito más de veinte cartas una semana antes, le decía que por favor invitara a una de las luciérnagas del mundo para que llegara a su casa esa noche y poder entrevistarla. De pronto Lilianne, dibujó una sonrisa en su mente al imaginarse a una luciérnaga vieja refunfuñando de la ignorancia de su luz natural de parte de los hombres.
Como si se tratara de una extraña reunión, las nubes se juntaron en cooperación para tapar a la luna, volviendo todo gris y dejando el cuarto de Lilianne en total oscuridad. ¿Cómo podía ser posible que oscureciera ese día?…
Lilianne se asustó, pero no de la oscuridad en que se encontraba sino por lo egoístas que las nubes eran al no querer compartir el hermoso brillar de la luna con la tierra, justo en Navidad.  
Luego de unos segundos sintió por primera vez que su sueño y anhelo rozaba su realidad, volvió a ver hacia atrás y pudo ver un frasco enorme, que antes estaba lleno de miel, ahora estaba lleno de luciérnagas que revoloteaban alegremente haciéndole señas de inquietud. Una de ellas tenía la luz purpura y con sus movimientos parecía querer decirle que aceptaría un par de preguntas de parte de la pequeña humana que tenía en frente.
Lilianne se acercó lentamente y cuando se dirigía a abrir el frasco…
La luz había vuelto a su dormitorio, la luna de nuevo brillaba con todas sus fuerzas y las luciérnagas habían desaparecido de su alcance. Había sido algo muy decepcionante para ella. Eso confirmaba lo que su mamá le había dicho tiempo atrás. Los sueños no se cumplen, menos los que tienen que ver con magia. Su corazón de repente se sintió decaído y disgustado. Solo quedaba esperar que la Navidad pasara y que se llevara consigo su sueño de casi toda una vida. En sus 6 años había descubierto que los sueños no se cumplían ¡Y en Navidad! Era una total decepción.
Ya habían pasado tres horas y faltaban cinco minutos para que fueran las doce de la noche. Lilianne se encontraba en la sala de estar escuchando conversaciones aburridas que mantenían su madre y su vecina. Que el dinero, que la comida, que los regalos, que la ropa nueva… ¡Bah! Eso que importaba, su sueño había sido desvanecido, eso sí importaba.
Así que decidió irse a su habitación para dormirse y escapar de esa cruel realidad. Al entrar lo primero que encontró fue una gigantesca nota pegada en la pared de enfrente, la nota tenía a un lado un moño de regalo. ¡Alguien le había escrito! ¿Quién sería? Se acercó con un pequeño golpe de emoción en su pecho… y no lo podía creer lo que decía en la nota en letras brillantes color morado: "Sí, sigo pensando que el invento del foco fue romperse la cabeza cuando nosotras brillamos por simple naturaleza... Feliz Navidad amiga Lilianne, espero brillarte un día de estos. Mientras tanto dejo contigo una de mis viejas amigas, tenía tantas ganas de conocerte. No olvides algún día llegaré de visita."
Al leer esto, Lilianne dejó aparecer una sonrisa de oreja a oreja y miró al lado de la nota. Había un frasco enorme que contenía una luciérnaga que poseía un brillar centellante color rosado.
Su sueño se había cumplido, y lo había hecho justo en Navidad, no había mejor regalo que ese.