Acá les dejo el enlace de mi pareja: La novia. http://noctambulaydespojadaenbuenosaires.blogspot.com.ar/2012/05/adictos-la-escritura-la-doble-imagen.html
Utopía Reflejada
Había sido una
marioneta de la vida como cualquier otra, o mejor llamémosle, una marioneta de
la sociedad pútrida. Los hilos estaban desgastados y flojos, dándole un aspecto
debilucho y frágil. En cualquier momento caería desplomada ante los pies de la miseria
que le ofrecía el destino.
El clima no favorecía
la desilusión que llevaba consigo. El cielo caería sobre ella con su oscuridad
sobre el cuerpo relleno de Lili. Sí, Lili no era una tipa con la figura de
anuncio de comercial, no tenía las caderas en forma de guitarra bien definidas,
tal vez como un violonchelo. Tal vez nadie nunca le dijo que ser diferente no
siempre es malo, como todas las chicas le susurraban con la mirada despectiva…
A pasos lentos,
recorría aquel viejo prado rodeado por testigos silenciosos y tan rellenos como
lo era ella. ¿Por qué no era capaz de ver que el grosor de las copas de los
árboles no les hace dejar de ser eso mismo; árboles? Vio el cielo, no lo miró,
lo recorrió con sus ojos estando de nuevo en otro lugar, dentro de sus
repudiables recuerdos.
Entre sus manos llevaba
un ramo de pálidas flores, tan pálidas como su corazón lo estaba en ese
instante. Vestía su falda color rosa favorita que dejaba al descubierto un poco
el grosor de sus piernas. Caminó un largo rato, hasta que algo le detuvo en
seco, dejándole un poco desconcertada. Algo a lo lejos brillaba en medio de la
tenue oscuridad causada por el día lluvioso. Se acercó con cautela. Era un
espejo apoyado en las raíces de un viejo roble, su inclinación hacía que Lili
solamente viera parte de sus piernas y las flores en sus manos. Pero esa no fue
la razón que le alejó de su burbuja gris.
Miró con detenimiento
su reflejo. No podía creer lo que veía, era ella, pero estaba delgada. Se quedó
paralizada contemplando aquella imagen. Una sonrisa floja apareció en su
rostro. Un mágico brillo apareció en sus ojos como si por arte de magia su
´´sueño se hubiese hecho realidad´´. En su interior el tono monocromático se
teñía de colores vivos, aquella persona había empezado a destellar colores
sobre el grisáceo panorama. Sin embargo el cielo decía todo lo contrario con
una voz ronza que indicaba que de su boca saldrían disparados rayos
estruendosos, capaces de partir en dos el árbol más grueso y viejo.
No fue hasta que la
lluvia comenzó a empaparla, cuando supo que estaba lloviendo. Resplandecientes
rayos centellaban en la lejanía inmensa del cielo.
Lili se agachó para
tomar el espejo entre sus manos, pero antes de hacerlo, notó en el reflejo un
perro que le observaba desde una larga distancia. Era café oscuro con unos ojos
que más bien parecían dos farolas brillantes. Le miró con detenimiento, pero no
lo suficiente para analizar el por qué le había seguido.
Su utopía le había
acaparado tanto su mente hasta el punto de llegar a fantasear. Pero al volver a
ver el perro fue como si un flashback regresara a opacar aquella fantasía
absurda. Sus recuerdos parecían tan frescos cuando la imagen de su hermanastro
aparecía tan nítida, con ese aspecto frívolo, pero…
Se giró para ver al
perro, pero lo único que había en su lugar era un arbusto a punto de secarse.
Las imágenes seguían aflorando en su psiquis. Recordaba ese ´´error´´ aunque
ella sabía muy bien que nunca lo fue. Sintió una punzada en el pecho cuando
recordó que la única persona que se había atrevido a arrojar los estereotipos
de la sociedad bajo su cama, había desaparecido en medio de una tragedia
irreversible. El primero en apuntarle con el dedo y así mismo el primero en
saborear su esencia.
Recordó el rozar de sus
manos en su cintura, sus palabras crudas pero ciertas, su absurdo sentimientos
hacia él. Había sido el único que de alguna manera había aprendido que el
orgullo y el cuerpo no conjugan para nada con un sentimiento verdadero.
´´Clandestino´´ habían dicho todos, sabiendo que lo único que compartían ambos,
era un delicado y refinado techo. La sangre que compartían era la que ambos
habían intercambiado entre heridas que la vida misma se encarga de dar.
Los recuerdos dolían,
incomodaban. Pero, ¿por qué los recordaba en ese momento?
La lluvia caía con su
pesor agobiante, por el espejo corría ya una corriente que se colaba por entre
los zapatos de Lili. Súbitamente ella se miró en el espejo. Sus ojos se
abrieron como platos; su reflejo era como debería de ser. Fue entonces, cuando
supo que debía de irse a casa. Se volvió rápidamente y caminó sin mirar atrás
como si alguien le siguiera.
El cielo seguía bufando
estruendosos rayos que paralizaban la oscuridad.
Mientras salía de ahí,
un rayo se dejó aparecer con claridad en medio del prado, para acabar con lo
que alguna vez tuvo que haber acabado… un ruido quebradizo paró en seco a Lili.
El espejo se había hecho añicos. Lili corrió sin detenerse, resbalando muchas
veces. El miedo se resguardó en su cuerpo. Sentía la necesidad de llegar lo más
pronto posible a casa.
Llegó a casa empapada
con la respiración agitada, subió a su dormitorio para cambiarse de ropa.
Removió toda la ropa con nerviosismo, sin saber qué realmente ponerse. En
realidad no sabía qué demonios hacía. Haló de una vieja caja en el intento de
alcanzar unos viejos jeans negros. La caja cayó en el suelo, abriéndose y
dejando al descubierto su íntimo contenido. Entre ellos se encontraba un viejo
papel, desdoblado. Tenía unos trazos dibujados con intención de ser vistos,
clamaba a gritos ser leído con sus letras curvilíneas muy bien remarcadas.
«¿Cuando aprenderás,
Mimblea? Corta los hilos que te atan a la maldita sociedad»
Lili se quedó congelada
al leerlo. Tomó el papel y fue cuando comprendió toda la situación.