Sueños
Siempre temió que eso
llegara a suceder. El vidrio roto se expandió por la amplitud del espacio
disponible. Su boca seguía abierta, ni siquiera había movido la punta de su
dedo índice para intentar recobrar los sueños que en su interior se encontraban.
¡Qué desastre! Todos se darían cuenta cuáles eran sus sueños, estaban todos
tirados entre el montón de pedazos del frasco. Pero no había nadie en la sala,
solo se encontraba ella y… esperen, había alguien más.
— ¿Qué esperas?—dijo
una mujer alta de blancos cabellos alborotados—¡Recógelos! Hazlo antes que se
escapen. Ya sabes qué pasará si no lo haces.
¿De dónde demonios
había salido? Y ¿por qué su sala de estar estaba llena de viejos marcos
colgados en la pared?... Qué importaba, tenía que hacer lo que la extraña mujer
decía, por algún extraño motivo, su conciencia se lo indicaba. Se levantó del
empolvado sofá, del cual no se había percatado.
Como lo había dicho
aquella retorcida persona, los sueños habían corrido hacia una mejor y
atractiva mente, que si les brindara solidez. Annie, desesperada no sabía qué
era lo que sus pies estaban haciendo; el izquierdo pedía que Annie se moviera
por el alocado sueño púrpura, y el derecho, que lo hiciera por el sueño negro.
Sin pensarlo más, siguió la dirección de su miembro diestro. Lo más extraño de
todo era que la puerta de la sala le llevase a uno de los valles más inusuales
que pudieran existir por la tierra que pisaba. Hierba, hierba, hierba… solo
había hierba… «¿Dónde podría estar el maldito sueño negro?» pensaba Annie
mientras lo único que era capaz de visualizar, era como ya lo dije: hierba.
—¿Por qué no te rindes?
Ya déjalo así, ¿qué acaso no ves? El sueño se fue. Entre este matorral, nunca
lo alcanzarás. No seas tonta—dijo una voz áspera detrás de ella. Cuando volvió
a ver, no había más que “nada”. Su casa ya no estaba… Genial, ahora ya no tenía
sus sueños y tampoco casa.
—¿Qué haces ahí parada?
¿Por qué te detienes? No escuches a la lengua de veneno, ¿qué no ves que es una
arpía? Trata de desanimarte, sigue tu instinto niña, no estoy de por gusto en
tu cabezota—ordenó la misma mujer de excéntricos cabellos.
—No sé dónde está el…
olvídelo. Creo que esto es una especie de pérdida de razón o de obtención de
locura… no lo sé.
Los apagados ojos de Annie,
identificaron un decrépito árbol, que apenas era capaz de sostenerse a sí
mismo, parecía que las pocas hojas que tenía pesaban mucho. Estaba de pie
frente a ella, rogando ser visto. Caminó para encontrar lo que fuese, ya había
perdido la esperanza de encontrar a aquel sueño oscuro. Abrió un débil camino,
perdiéndose en medio de la maleza.
Llegado al fin a su
destinado lugar, lo único que pudo encontrar fue decepción. ¿Cómo iba a esperar
que su sueño se encontraría ahí al lado de un moribundo leño. Retrocedió un
paso y se dejó caer al polvoriento suelo que dibujaba un círculo seco, falto de
gracia, al igual que ese momento.
Debió de pasar un
cuarto de segundo para que el enorme objeto cayera y asustara de golpe a la
desequilibrada Annie. Pero… había caído del cielo, ¿Qué era ese pedazo de metal
que había irrumpido con el desánimo de la chica debilucha?
Se puso de pie,
tambaleándose; tuvo temor que algo similar cayera, pero en su cabeza, así que
no dejó de dar un vistazo al cielo antes de acercarse a aquella figura. Se
trataba de una máquina de escribir. Algo no estaba bien, y se había dado cuenta
hasta ese momento. Todo resultaba tan raro, las máquinas de escribir no caían
como lluvia en invierno. Se detuvo en seco y pensó que estaba loca, era lo más
probable ¿no? Nada era como tenía que ser.
Su sueño oscuro había
desaparecido y ahora esto… pero tal vez no fuese tan extraño como parecía. ¡Sí,
eso era! Hasta tenía coherencia ¿no? Su sueño negro siempre fue…
***
Despertó súbitamente,
todo estaba a oscuras. Debían de ser las dos o tres de la mañana. Lo primero
que apareció en su mente, fue lo primero que hizo. Se levantó desesperadamente,
tanto que arrojó las sabanas que tenía enredadas en las piernas. Corrió como si
lo que buscaba fuera a escapar de la casa… bueno, era comprensible que lo
creyera, ya había soñado algo parecido ¿no?
Encendió la luz del
baño y encontró lo que esa noche había abandonado. Revolvió lo que el basurero
contenía con el afán de encontrarlo. Ahí estaba y no era capaz de verlo, o
mejor dicho, lo veía, pero no lo miraba con su razón. Sonrió y sin importar que
estuviese envuelto en porquería, le abrazó. Era su libro a medio terminar, lo
había arrojado en un arranque de amargura. La pasta que había hecho
especialmente para su libro seguía intacta: negra.
¿Qué pasó con los otros
sueños? No me pregunten, lo más seguro es que Annie los haya buscado el resto
de la madrugada.
Me gustó mucho cómo describís las vivencias oníricas de la protagonista. Efectivamente, es un mundo donde las cosas parecieran no tener sentido pero, en lo profundo, guardan alguno. Saludos.
ResponderEliminarHola;
ResponderEliminarMuy buen relato, Abi. Me ha gustado mucho. El mundo de los sueños es fascinante y da para muchas historias. Yo creo que las mejores historias siempre han salido de los sueños de sus creadores.
Un saludo.
Willowgreen
Leerte es soñar, Abi. Eso lo dice todo.
ResponderEliminarY así son los sueños...
ResponderEliminarMuy bueno Abi!
Beso
Ivo
Hola...
ResponderEliminarMe ha gustado leer el relato como un sueño y muy bien escrito.
Un saludo!
Una preciosidad de relato, de principio a fin.
ResponderEliminarBesos.
P.D. Tienes un premio en mi blog.
Un relato muy original, esos elementos surrealistas que acaban por tener sentido me han encantado ^^.
ResponderEliminarPD: Por favor, por favor... quita la palabra de verificación... es una odisea comentarte...
Como dice Débora, original y surrealista.
ResponderEliminarMe gusta mucho escribir sobre el mundo de los sueños y leerte ha sido muy divertido y emocionante.
Mi único problema ha sido el fondo del blog, que hace que se complique al leerte por el color de la letra.
Saludos!